martes, 25 de diciembre de 2018

La ley a respetar.

El mundo decepciona, a veces no es suficiente ninguna manera de subsistir. Y se llega a extremos del alma y cuerpo para estos propósitos. Lo banal mengua lo terrenal y lo personal se arrincona casi inexistente entre el ajetreo de las masas. No se puede dar todo en la vida por algo externo a sí mismos, valiéndonos de la realidad de que solo nuestro cuerpo es nuestro y lo único que nos llevamos es lo que hemos comido antes de haber muerto.
La vida simplificada es dormir comer y defecar. El resto del tiempo que no se emplea en eso se suele llenar de utilidades para terceros o de superación personal disfrazada de moneda a la escolaridad o laboral, también se dedica tiempo a la familia ya sea ancestros que pronto morirán o al legado sanguíneo que ha de dejar.
Si existiera la posibilidad de salirse de ese peso tan tangible, no siendo un ermitaño, ni un solterón de extremos idealistas, si no otro más dentro del realismo, uno que con convicción propia tenga un gramo mínimo de cabeza y se de cuenta de que el planeta va en decadencia, deforestaciones descontroladas, violaciones, femicidios, pedofilia, contaminación acuífera, extinción animal, etc..

La Tierra es solo una, y al parecer solo en ella podemos subsistir, porque sin agua no sirve un billete, porque sin animales decae la fauna del planeta y sin vida en el planeta que nos vio nacer, morirá la especie humana y seremos nada junto con ella. Porque somos un porcentaje del planeta en agua y tierra desde nuestras células. No estamos desligados, a la vez somos el todo y nada misma, y sabiéndolo implementar somos uno solo con la tierra.

El hecho de vernos con libre albedrío y no dominar a la tierra nos crea la ilusión de estar aparte, pero pensándolo y razonando justo donde están nuestros pies esta la razón por la cual nacimos: para agradecer de ella no para explotarla en minerales finitos y sobre todo no para crear una bomba nuclear.

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